Texto: Pepe Monforte
Luna es una preciosa mula de pelo marrón claro, más de 200 kilos de peso y toda una atleta subiendo montañas.
En lo alto de las montes no tiene rival. No hay coche todo terreno ni invento humano que la supere. Es capaz de bajar llevando encima cerca de 200 kilos de corcho. Juan Manuel Tizón, arriero, 38 años, de Alcalá de los Gazules, la conoce bien.
A las cuatro y media de la mañana llega para prepararla para el trabajo. De pienso una cuidada mezcla de habas, cebada y avena cervecera. Nada de mezclas industriales preparadas. Juan Manuel le pone esta mezcla porque el animal necesita vitaminas y proteinas para aguantar el trajín.
Además de la comida hay que colocarle un complejo entramado de enganches y soportes para que transporte comodamente el corcho. Todo lleva su tiempo, pero aquí, en el Parque de Los Arcornocales, 170.000 hectáreas de bosque, eso del tiempo se mide de otra manera. El que manda, el que tiene el reloj, es el alcornocal, el chaparro para los locales, que tienen todo un lenguaje en torno a la actividad corchera.
De ese montón de hectáreas, que le hacen estar catalogado como una de las 10 maravillas naturales de Europa, en más de 100.000 el rey es este árbol. Su principal atractivo es el corcho, aunque también produce bellotas, todo un manjar especialmente para la colonia de ciervos que habitan la zona. Para un alcornoque el tiempo transcurre de otra manera. Su vida puede superar los 200 o los 300 años y para empezar a ser productivo para la industria del corcho hay que esperar 40 desde que empieza su vida en el monte hasta que da su primer producto de calidad. Luego “la cosecha” de cada árbol se recoge de 10 en 10 años, una eternidad para un mundo que lo mide todo ahora en segundos.
Por eso no es raro que en este mundo pausado, en el que el tiempo corre de otra manera, reine todavía Luna, la única capaz de transportar la voluminosa carga entre los montes. A su lado, la cuadrilla de humanos que se encarga de recoger el corcho integrada por 10 “hachas”, 2 “recogeores”, “un pesaor” y 3 “arrieros”, estos últimos los encargados de cuidar a los mulos. Los primeros, los hachas, son los que se encargan de retirar el corcho del árbol. Lo hacen con la sola ayuda de unas afiladas hachas que manejan con destreza. El oficio se va transmitiendo de padres a hijos, no hay escuelas, sino mucha práctica. Adolfo Moreno Díaz, lleva ya 21 años en la labor y en la “collera”, las parejas de hachas, le acompaña su sobrino Ismael Sánchez al que le ha enseñado el oficio. El objetivo está en ir dando certeros golpes en el tronco de corcho para ir arrancándolo del árbol. Para hacer palanca e ir separándolo se ayudan del mango del hacha y de una especie de lanza, nada más. El trabajo es agotador. Ismael señala que bebe en la mañana 5 litros de agua para irse reponiendo.
Trabajan “a destajo”, es decir que su sueldo dependerá del corcho que arranquen cada día. Lo hacen a la perfección. En el tronco del árbol recién pelado no parece quedar una marca. De hecho señalan que no sufre con esta operación. Se pueden superar normalmente los cien euros diarios, destacan. Lo habitual es que la tarea les lleve desde finales de junio hasta agosto, pero el año ha sido especialmente malo. Ha llovido poco y esto ha hecho que la temporada haya terminado mucho antes y sin mucho corcho que recoger. Habrá que esperar al año que viene para “pelarlos”
La cuadrilla pertenece a la empresa Explotación y Conservación Forestal. Tienen a medio centenar de trabajadores empleados en la recogida del corcho. Trabajan en la finca de Santiago Domecq, una amplia explotación de 1.200 hectáreas dedicada al alcornoque y la caza. La mayoría de los terrenos del parque pertenecen a empresas privadas y una pequeña parte a administraciones públicas, que también explotan el corcho. Ismael Vera es uno de los propietarios de Explotación Conservación Forestal. Destaca que la labor se desarrolla durante todo el año. No se trata sólo de recoger el corcho, sino de mantener el bosque en perfecto estado para que los árboles crezcan correctamente y no se produzcan incendios, para lo que es fundamental que el suelo esté libre de rastrojos. Habla del caracter artesanal del proceso en el que sólo al final, para transportar el corcho del campo a los depósitos, intervienen los coches. El aprendizaje de las labores va pasando de manos a hijos que aprenden a ser “recogeores”, los que se encargan de ir ordenando el corcho o “pesaores”, los que van pesándolo, en quintales (46 kilos) que es la unidad de medida entre ellos.
El corcho del parque de Los Alcornocale se paga bien. Tiene prestigio en el sector. Para darse cuenta de su importancia basta el dato de que el 25% de la producción mundial procede de Andalucía y dentro de ella el mayor productor es este parque situado entre Jerez y el Campo de Gibraltar y que atraviesa la zona de La Janda. Luis Romero es el presidente del Grupo de Desarrollo Rural de Los Alcornocales. Estos grupos, repartidos por varios puntos de la provincia, dependientes de la Junta de Andalucía y financiados fundamentalmente con fondos europeos, intentan potenciar la economía de estas zonas, pero respetando el medio. Romero fue muchos años alcalde de Alcalá de los Gazules, conoce a la perfección esta industria y es el representante de Andalucía en Retecork, un organismo internacional que representa a los territorios corcheros.
En Andalucía, el sector, según los datos de la Junta, mueve unos 70 millones de euros al año y produce 130.000 jornales de trabajo, la mayoría de ellos en la temporada de recogida que va desde finales de junio hasta septiembre, aunque este año con motivo de la falta de lluvias los resultados serán mucho peores.
Romero señala que el corcho de la zona de Los Alcornocales es utilizado por denominaciones de origen como La Rioja o Ribera del Duero. En este sentido señala que se identifica el corcho de calidad con los vinos de calidad. Uno de los objetivos ahora del sector es lograr que el pujante sector del vino tinto en la provincia de Cádiz se interese también por utilizar este corcho, creando una sinergia entre ambas industrias. En este sentido señalan que las bodegas Luis Pérez de Jerez, se ha interesado ya por esta posibilidad.
La gran mayoría del corcho que se produce en Los Alcornocales va a parar a Portugal, el pais más potente del mundo en la transformación de este producto. De allí salen la mayoría de los tapones. La fabricación de tapones es el uso fundamental de este producto. Practicamente el 85% de la producción va a eso.
El sector del corcho está ahora inmerso en explicar a la sociedad las ventajas de sus tapones frente a los de plástico y otros materiales que han comenzado a surgir en el sector. Así llevan a cabo una campaña denominada Gracias a ti, promovida por Miquel Alimentació Grup, uno de los más importantes grupos empresariales españoles del sector mayorista de distribución alimentaria (en Cádiz tienen un supermercado mayorista bajo la denominación de Gros Mercat situado en San Fernando), en colaboración con Retecork y el Icta (Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales-Universidad Autónoma de Barcelona). En este sentido están organizando visitas a los bosques para dar a conocer la actividad de la extracción del corcho.
Los corcheros destacan que el buen vino y el buen tapón de corcho es la pareja perfecta. Entre el líquido y el guardian de sus esencias en que se convierte el corcho se mantiene una relación. De hecho el tapón le da algo de personalidad al vino y además, su impermeabilidad y su capacidad para mantenerse inalterable con el tiempo le hacen ser considerado por el momento, como la mejor opción para estos.
Romero señala que el alcornoque tiene un gran futuro y destaca que en torno a él y a sus bosques hay todo un sistema económico que no se para sólo en la producción de corcho, sino que pasa también por la bellota, la caza, la recogida de miel o un sector en el que ahora hay puestas esperanzas y es en el turismo de naturaleza. De hecho ya hay varias empresas que tienen montadas actividades turísticas en torno al parque y hay un portal dedicado al turismo en la zona (pinchar aquí para verlo)
No caba duda de que la saca del corcho, como se le llama en el argot, es todo un espectáculo que puede ser explotado turisticamente. En torno a la actividad hay toda una cultura, un argot de palabras más que llamativo y como fondo el monte, todo un potencial y un gran desconocido por el momento.
Andrés, muchas gracias. Pasear por Los Alcornocales es un lujo.
Gracias por el precioso reportaje. Mi abuelo Paco “El Pariente” era de Alcalá y trabajó sacando el corcho.