Castillo de San Diego, el vino blanco de Barbadillo realizado con la misma uva que la manzanilla, fue pionero en el sector y lleva dos décadas siendo el blanco más vendido de España.

 

Si se hacen las cuentas la cifra es demoledora. Cada hora se venden en España 548 botellas de vino blanco Castillo de San Diego. Es el más vendido en su categoría, sólo superado por los vinos tintos que tienen mayor consumo. Pero lo llamativo es que estas cuentas llevan ya repitiéndose 20 años en los que este vino nacido en Sanlúcar, en la provincia de Cádiz, es líder de ventas. El fenómeno ha sido estudiado incluso por expertos en marketing y publicidad y el producto ha pasado a ser para Barbadillo, de un experimento muy personal de su alma mater, Antonio Pedro Barbadillo, que lo creó a finales de los sesenta, a su gran estrella de ventas, por encima, incluso, de la manzanilla.

Claudio Arañó Hidalgo es el director comercial de Barbadillo para España. Su historia en la bodega va casi paralela con la historia de este vino. La primera vez que oyó hablar de él fue cuanto Antonio Pedro, más conocido como Toto Barbadillo, vino impresionado por unos vinos que había probado en sus viajes por Europa y Estados Unidos. Contaba que eran perfectos para acompañar los mariscos y los pescados y que en España no había nada parecido. Toto se dio cuenta de que aquel sabor suave le recordaba mucho a los mostos que probaba en su bodega para hacer las manzanillas y los jereces.

Pruebas en el frigorífico de su casa

El bodeguero empezó a hacer pruebas y las primeras fermentaciones tuvieron lugar en un frigorífico Philips que tenía en su casa y en las que metió varias botellas de zumo de uva para ver como evolucionaba. Las daba a probar y lo cierto es que el vino gustaba. Los experimentos caseros siguieron. El problema más grave era que el vino se estropeaba con el paso de las semanas, pero Toto no dejaba el proyecto.

Pedro Antonio Barbadillo. Foto cedida por Barbadillo.

En este camino la bodega firmó un acuerdo con la firma inglesa Harveys por el cual la empresa sanluqueña surtiría a la británica con sus vinos. El contrato obligó a Barbadillo a contar con una nueva infraestructura, sobre todo en lo que se refería a la molturación de la cosecha. De esta forma Barbadillo, con el apoyo financiero de Harveys, construye en 1975 una fábrica de vinificación (planta donde se moltura la uva y se realizan los primeros procesos de elaboración del vino) en Gibalbín, una pedanía de Jerez. La firma sigue conservando estas instalaciones que ha ido ampliando y perfeccionando tecnológicamente con el paso del tiempo.

Las instalaciones, pioneras en España en aquella década de los 70, tenían depósitos de acero inoxidable, temperaturas controladas para que el zumo de la uva fermentara y se convirtiera en vino y máquinas centrifugadoras para eliminar las impurezas y que la uva entrara limpia al proceso.

Utilizando esta nueva tecnología Antonio Barbadillo logra, por fin, el vino que quería y, además, que fuera más estable. En 1977 se atreve a lanzar la primera edición de blanco joven que salió bautizado en la etiqueta como vino noble de mesa. Arañó señala que el producto era completamente pionero en todo. No había nada parecido en España. “Sin ningún estudio de mercado, ni nada. Casi por intuición, Toto Barbadillo había sacado un vino que demandaba el público, porque no había nada así para acompañar los mariscos y los pescados y Castillo de San Diego encajaba allí a la perfección. Como se diría ahora había ocupado un nuevo nicho de mercado”.

Por si fuera poco el vino estaba hecho al cien por cien con uva palomino, la misma que se usaba y se usa para elaborar las manzanillas y los jereces. Pero los problemas tecnológicos no serían los únicos que tendría que superar este revolucionario producto.

En primer plano una botella de la primera cosecha de Castillo de San Diego, de 1969, que se hizo con carácter experimental y que Toto Barbadillo repartió entre sus amigos para conocer su opinión. En el museo de la manzanilla de Sanlúcar se conservan todas las presentaciones que ha tenido el vino a lo largo de sus más de 30 años de existencia. Foto: Cosasdecomé

El Consejo Regulador del Jerez y las bodegas se niegan a que salga al mercado un producto que rompe completamente con los esquemas del Marco. Se trata de un vino sin encabezar (el encabezado es un proceso que se hace con los jereces por el que se le añade alcohol para aumentar su graduación) y además es un vino del año, también contrario al funcionamiento de los vinos de la zona que llevan largos años de crianza.

A la firma sanluqueña se le prohíbe que en las etiquetas haya cualquier mención a Jerez, a Sanlúcar y todo aquello que tuviera que ver con los vinos del marco. También se le impide utilizar los primeros nombres adjudicados al producto: Castillo de Sanlúcar y Castillo de Santiago, en honor al monumento histórico que hay junto a las bodegas. Por entonces era muy habitual en los vinos utilizar el término «castillo de». Al final Toto, con su inteligencia empresarial, soluciona los dos problemas. El vino se llamará Castillo de San Diego, en honor a la calle donde está la bodega, San Diego, y no figurara ninguna alusión a la ciudad donde se hace, tan sólo su código postal, el 11540.

El lío es tan monumental que a Barbadillo le llegan a cerrar la bodega, aunque tan sólo fue un día y ni un familiar suyo, Antonio Barbadillo, que era presidente entonces del Consejo, logra solucionar el conflicto, ya que Toto no renuncia al proyecto y argumenta, además, con documentos, que los vinos blancos no son algo nuevo en la zona y que ya existían a finales del siglo XIX.

A la izquierda dos botellas de los dos primeras cosechas de Castillo de San Diego que salieron a la venta. La primera es de 1977 y la segunda de 1979. En ambas puede verse destacada la leyenda «vino noble de mesa». Las otras dos pertenecen a la década de los ochenta y llevan un pequeño librito en el que explican que ya había un vino blanco en Sanlúcar a finales del siglo XVIII. Como puede verse la botella de Barbadillo se ha mantenido casi intacta desde que se comercializa. Las botellas se conservan en el Museo de la Manzanilla. Foto: Cosas de Comé.

El vino va saliendo algunos años con pequeñas cosechas hasta que llega a principios de la década de los ochenta vuelve a ocurrir otro hecho fundamental en la historia de Castillo de San Diego. En Sevilla, el dueño de la famosa cadena de restaurantes La Dorada, que ya entonces comenzaba a despuntar, paraba en una pequeña tasquita que había frente a su establecimiento. Félix Cabeza, el creador de La Dorada, prueba allí el vino y le gusta tanto que se pone en contacto con Barbadillo porque quiere convertirlo en La Dorada en “el vino de la casa”.

El espaldarazo de La Dorada es fundamental y el vino comienza a expandirse con fuerza. Los principales hosteleros de la provincia de Cádiz, como El Faro, Bigote o Los Remos de San Roque también apuestan por el vino y el blanco empieza a convertirse en popular.

Claudio Arañó destaca que todo esto se producía sin que la bodega tuviera ni un aparato comercial ni ninguna campaña publicitaria que diera a conocer el producto. El vino era pionero en todos los sentidos. No se había creado nada parecido en Andalucía y todo era un continuo experimento que, afortunadamente, salía muy bien.

La primera máquina que se utilizó para embotellar Castillo de San Diego. También está en el museo de la manzanilla. Era capaz de producir a pleno rendimiento 200 cajas de vino al día. Las botellas se introducían a mano. Foto: Cosasdecomé.

Pero de nuevo ocurre otro hecho fundamental. Harveys había anunciado a Barbadillo que su contrato en exclusiva con la firma se iba a ir extinguiendo poco a poco. Fue un acuerdo amistoso y progresivo pero el hecho es que la firma sanluqueña pierde el cliente que sustentaba su negocio. La solución es crear un equipo comercial y de distribución propio para vender en España ya que prácticamente toda la producción hasta entonces iba al extranjero.

El vino blanco se convierte para Barbadillo en su gran plataforma de lanzamiento. Sigue su ascenso a un ritmo del 15% de crecimiento anual y se coloca como líder de ventas en España. Ya en 1991 se venden más de un millón de botellas y el producto es ya líder de ventas en España. La cifra se triplica en 1995, año en el que se venden 3 millones. En el año 92, el de la Expo, la bodega llega a quedarse sin existencias durante dos meses ya que se había agotado la cosecha y hubo que esperar a embotellar la siguiente.

440.000 cajas, las mayores ventas de Castillo de San Diego en España se registraron en 2009

El registro mejor de ventas fue en 2009, en el que se superaron las 440.000 cajas de 12 botellas. Ahora, con la crisis y la caída de consumo del vino, la cifra está en las 400.000 cajas anuales. A ello hay que sumar otras 30.000 que se exportan fuera de España.

El resto de las bodegas del Marco de Jerez pasaron de oponerse al proyecto a realizar también sus propios vinos blancos, algo habitual ahora en los catálogos de un gran número de bodegas de la provincia. Los datos son concluyentes. En 2010 las ventas en España de todos los vinos finos amparados por la Denominación de Origen Jerez estuvieron en torno a algo más de 2 millones de botellas. Sólo Castillo de San Diego, en el mismo periodo, vendió cerca de 5 millones de botellas. Es decir que las ventas del blanco de Barbadillo son el doble que la suma de todos los finos juntos.

Claudio Arañó destaca que el éxito del vino está en su “ligereza, en su carácter afrutado y en su facilidad para combinar con pescados y mariscos, dándole todo su protagonismo. Quizás esté ahí su clave, en ser un gran secundario, un vino de calidad, pero que no tapa los sabores de lo que acompaña. No es el protagonista de la comida, pero va con todo y gusta a todos. No molesta, por decirlo de un modo gráfico”.

Claudio Arañó con una réplica gigante de Castillo de San Diego. Foto: Cosasdecomé

Arañó destaca que «hemos logrado el respaldo de los hosteleros, ellos han sido nuestros principales aliados en toda esta historia”. El vino está en toda España y es especialmente consumido en Madrid, Málaga y Cádiz. Barbadillo resalta que aunque en los últimos años ha surgido con mucha fuerza la Denominación de Origen de Rueda, los competidores del vino son muchos. “Nuestra principal ventaja es que estamos en todos lados y en cada sitio tenemos un competidor diferente, que no es el mismo vino”.

Para el director comercial de Barbadillo en España los resultados son aún más espectaculares “si tenemos en cuenta que nunca Castillo de San Diego ha tenido un apoyo publicitario muy importante detrás». El producto fue tan innovador que creó un nuevo mercado, el de los vinos específicos para pescados y mariscos, algo que no existía hasta entonces en España.

Curiosamente, el vino es conocido por dos nombres: Castillo de San Diego, el nombre original, y después como Barbadillo que es la palabra que aparece más grande en la etiqueta. Desde su origen, la botella se ha mantenido prácticamente intacta, de color verde y modelo Borgoña, aunque ya con un molde exclusivo para la firma con su escudo grabado. La publicidad ha ido variando desde el primitivo «Ponga el castillo en su copa» que fue el primer lema, hasta su identificación con el Sur de España que se intenta reforzar ahora.

El vino siempre ha tenido también sus leyendas negras. Por un lado, las malas críticas de los entendidos. Arañó señala que esto puede ser «porque llevamos ya muchos años en el mercado y los críticos van buscando cosas novedosas». La segunda es que se utilizaba uva de otras zonas de España. Arañó señala que esta teoría es absurda porque precisamente lo que sobra aquí es eso, uva.

La graduación del vino, considerado siempre como muy suave, varía cada año en función de la cosecha.

Una de las primeras promociones que se hicieron del vino en 1990 con el lema de «el blanco de todas las miradas». Foto: Cedida por bodegas Barbadillo

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