Lugar: restaurante Atunante del hotel Barceló Sancti Petri (más datos aquí) en Chiclana.
Día del hallazgo: Domingo 17 de julio de 2016
Tapatólogo descubridor: Cosas de comé
Apartado científico: Postrismo, ciencia tapatológica que se ocupa del estudio de los postres en bares, restaurantes y sitios de jamá en general.
La espoleá, también conocida en otras poblaciones de la provincia como poleá, era uno de esos postres de gente tiesa en la Posguerra española. Era un plato tan chungo tan chungo que hasta se ha convertido en insulto. Si te llaman poleá, te están diciendo que tienes una caraja más grande que un caracol en una carretera de Fórmula 1. Pero el mérito del cocinero Alexis García, jefe de cocina del restaurante Atunante, está en convertir este dulce de pobres en delicia para sibaritas y, además, sin romper el espíritu del plato original, una especie de crema realizada con agua o leche (dependiendo de como estuviera el día de tieso), harina y azúcar. El primer logro del plato está en la textura de la poleá, que recuerda a una crema pastelera o a unas natillas de las cremositas. Alexis aromatiza la poleá con un poquito de canela y anis estrellado. La crema se sitúa en un milhojas, cuya parte crujiente está hecha con pan tostado muy fino y aromatizado con un poco de chocolate. Al plato no le faltan ni sus coscorrones, los trozos de pan frito característicos de este plato que van por encima como decoración. La parte sofisticada la pone una miel aromatizada con naranja y mojama de atún rallada. Parece mentira pero el conjunto resulta hasta ligero, cuando el postre original podía ser un poco “quitahambres” y, por tanto, entrar en la figura lírica del “mazacote”. El plato sale por 6 euros y se puede tomar de forma independiente o también formando parte de un menú cervantino, un conjunto de platos que tienen como eje común el estar basados en la cocina del siglo XVI, en tiempos del escritor Miguel de Cervantes.
Más información sobre este menú especial basado en la cocina del siglo XVI aquí.
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