Lugar: El Escondite en Conil.
Día del hallazgo: Domingo 7 de febrero de 2016
Tapatóloga descubridora: Carmen Menacho
Apartado científico: Ensaladillismo (más información sobre esta Ciencia aquí)
Crees que lo has visto todo en ensaladillas, pero siempre hay algún cocinero que te sorprende con una nueva dimensión de este gran clásico de los bares. En esta ocasión el sorprendedor es el cocinero Iñigo Oller, nacido en Madrid pero que ya lleva 10 años afincado en la provincia de Cádiz. Ahora, acaba de abrir negocio propio con su socio Diego Jesús Ibáñez, en el centro de Conil, en un estrecho callejón con encanto. Allí sirve esta ensaladilla que ha sido ya bautizada por sus clientes como la “potitoensaladilla” porque se presenta en un recipiente que recuerda al vaso de los potitos de los niños, aunque como el niño se coma un potito de tamaño como el del tarro de esta ensaladilla el chiquillo va a salir más bien criao que Pau Gasol. Lo primero que cabe decir es que la ración es generosa. Es una ensaladilla “capística” o que se presenta por capas con cada uno de sus ingredientes. Lo que va más abajo es un puré de patatas aromatizado con un poco de aceite de oliva extra virgen de la almazara Sancha Pérez de Conil y un poquito de sal de salinas de las Salinas San Vicente de San Fernando. A continuación va otra de crema de guisantes, una tercera de crema de zanahorias y un huevo duro, este en estado sólido, y partido en cuartos. La cosa se complementa con la mayonesa, que también elabora el cocinero y por último, por encima, unas lascas de lomo de atún rojo de almadraba de Gadira cortado en lonchas y confitado por el propio cocinero. Jesús Ibáñez, cuando te sirve la tapa, que se ataca con cuchara y no con tenedor, te dice que lo suyo es meter la cuchara hasta el fondo para coger de todas las capas e ir disfrutando del plato. Lo primero es que sabe a ensaladilla de las clásicas, aunque el toque del atún la eleva a los altares. Otro rasgo que llama la atención es que resulta tremendamente ligera, es de esas ensaladillas que te comes un cuenco y casi ni te enteras. Otro toque sibarita es que lleva para acompañar pan que realizan ellos mismos en el establecimiento. La combinación de la corteza del pan, en estado crujientita, con la crema de patatas es espectacular. La tapa se cotiza a 3 euros y lo suyo es pedirla para dos porque es bastante generosa.
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Estos son los pequeños descubrimientos que uno hace paseando por los recovecos de las ciudades, y que van de boca en boca y le dan fama a un local, es genial que muchos profesionales de la hostelería vayan mas allá del típico plato y nos ofrezcan cosas como estas.
Pues mira tu que bien, para los que ya vamos teniendo una edad y andamos con “los piños” delicados, puede ir muy bien.